Un día sin sueldo es duro. Una vida sin derechos no es vida.

Dice uno de los cánticos de esos que gritas con el puño bien alto durante las últimas manifestaciones en Madrid: "Hace falta ya, una huelga una huelga, hace falta ya una huelga general". Y el puño bien apretado, y alzando bien la voz. Y con el convencimiento absoluto de que es realmente necesario buscar soluciones, buscar formas de presión, buscar   la unión de todos y todas para luchar por todo aquello que sobra explicar aquí, que se nos está arrebatando de forma descarada y desalmada. Y hasta aquí todo bien. 


Y de pronto, van y convocan la huelga. Miro mi agenda... Mierda, me pilla fatal: Tengo cita con el especialista que llevo esperando un mes y encima hay que terminar un proyecto para el viernes en el curro, y nos han puesto dos reuniones por la mañana... Mierda, mierda, mierda. Eso me pasa por hablar. Comienza el gran dilema... ¿Qué hago con mi vida el 14N?

Antecedentes: Mi empresa es pequeña (super-pequeña), negocio casi familiar que muchos años de trabajo real (sí, hay empresas que surgen del trabajo irreal de sus gerentes) le ha costado a mi jefe llevar hasta donde ha llegado, y que dadas las circunstancias actuales, como la mayoría, no es que no pase un buen momento, es que pasa un momento terrible. Debo añadir que me consta que mi jefe es una gran persona, de esos pocos empresarios a los que no les extirparon el corazón al hacerles las tarjetas de visita donde pone "gerente" debajo del nombre. Llevo poco tiempo en la empresa, pero he podido ver con mis propios ojos que es así. Es humano antes que empresario: Se indigna al ver cómo recortan nuestros derechos laborales incluso cuando él es un gran beneficiario. Se calienta en palabras despectivas cuando hay que hablar del actual gobierno del PPSOE. Se conmueve cuando comenta sucesos y hechos que aparecen en televisión y muestran a los que todo esto nos está llevando... Realmente es una persona admirable. A quien me pregunte le puedo dar datos concretos que lo prueban, porque eso sería otra historia que no pretendo contar aquí. Y por eso me dolía hacer la huelga. ¿Cómo le podía hacer esto? Trata bien a sus empleados, los cuida desde el primer momento. Y yo me comprometí con él. Es el trueque: tu flexibilidad como responsable por mi compromiso como trabajadora. 

Y mientras mis compañeros y compañeras "de revolución" me preguntan si voy a hacer huelga.... Uff... "No te preocupes por la pasta", me dicen. Incluso recibo ofertas de soporte económico llegado el caso (que no pienso descartar, ya lo voy avisando...). Quienes conocen mi situación saben que "encaje de bolillos" es poco para describir lo que tengo que hacer para llegar a mitad de mes. Sí, no digo final de mes porque eso ya es una utopía. A final de mes llegan mis padres por mí. Y gracias a unas pensiones por las que han trabajado como bestias toda su vida, y que el gobierno amenaza con "retocar". Cabrones. Pero no me preocupa el dinero. El dinero es solo dinero. Y yo se que no me va a faltar de nada, porque soy rica sin tener dinero. Estoy rodeada de gente maravillosa que me ha demostrado en incontables ocasiones que no me van a dejar sola. Pero eso también es otra historia a desarrollar en otra ocasión. 

Vuelvo a la huelga del 14N. Aquella que NO voy a hacer, no por dinero, sino por falta de tiempo y por compromiso con mi empresa. Son las 11 de la noche del día 13 y estoy convencida de ello. Pero los mensajes incansables que leo, de aquellas personas que organizan las diferentes actividades que se desarrollan el 14N, me hacen tambalearme en mi seguridad. Mis principios se enfrentan ahora.... a mis principios. ¿Cómo se come eso? Mi compromiso con mi trabajo y mis responsabilidades, frente a mi compromiso con la sociedad y el mundo que les dejo a mis hijas. El ahora contra el mañana... Y ya sabéis lo que pienso (o creo pensar) sobre el tema "ahora-mañana".

De pronto leo algo en una red social, de una persona especial, invitando a toda aquella persona que no siga la huelga, a no atreverse a mandar un comentario más sobre su indignación ante todo lo que está ocurriendo. Y la "revolu-yo" asiente y quiere unirse a este comentario. Pero la otra yo, la que quiere cumplir con compromisos adquiridos, la que no quiere defraudar.... empieza a pensar que está equivocada... Tal vez el compromiso no exista donde creo verlo.... De pronto tengo una sensación extraña de desasosiego. Y ya no me puedo concentrar. Hay que tomar una decisión, pero hay que hacerlo de forma meditada. Y mejor compartida con las partes interesadas, así que hablo con mi jefe, con total libertad: "Siento que necesito hacer esta huelga. Me lo pide el cuerpo porque llevo meses gritándolo por las calles. Y me lo pide mi sentido común porque llevo meses y años viendo lo que sucede en este país.". Su respuesta: " Si así lo sientes, hazlo, sal a gritar. No te preocupes que te doy el día libre". Y de pronto me veo en una postura injusta: Mucha gente no hace la huelga porque no quiere perder el dinero de ese día y a mí me lo regalan por hacerlo. Y me oigo decir: " No lo quiero. Quiero que me lo descuentes. Quiero que aparezca en mi nómina que yo he hecho huelga". Respuesta: " Si tu crees que es la opción adecuada, que así sea". Inmediatamente después la conversación continua el rumbo hacia los métodos de lucha que utilizamos, su disconformidad con las huelgas y la lucha no violenta, y su creencia sobre métodos más efectivos que necesitan de gasolina y cerillas para llevar a cabo. Y yo pienso: Esta huelga, querido empresario con corazón, también va por tí. Porque, como tú mismo bien has dicho hoy: si este país se va a pique, nos vamos con él, por mucho que trabajemos ahora. 

Hablo con la gestoría. Ya se lo que me van a descontar: un par de carros de la compra. Habrá que pensar en qué se puede eliminar de los gastos este mes. De cualquier manera no será peor que el hecho de que mis hijas no puedan seguir estudiando; del hecho de que sea gracias a la pensión de mis padres que puedan recibir esa educación. No será peor que el hecho de que en algún momento cabe la posibilidad de que necesiten un medicamento que no nos podamos permitir. No será peor que el hecho de que, tal vez, si no cambiamos esto, algún día sean muchos carros de la compra los que falten ese mes... Mañana por la mañana no contéis conmigo, debo trabajar: Estaré en casa, con mis hijas que no irán al colegio, donde espero no vaya nadie. Estaré cumpliendo con mi compromiso de terminar las gestiones del nuevo proyecto antes del viernes. Pero no cobraré por ello. En mi nómina habrá una linea que diga que yo no estoy de acuerdo con lo que éste gobierno está abocetando como futuro para mis hijas y para mí misma, porque espero que me queden muchos años por vivir.

Y al llegar a casa me pregunta mi hija mayor: "¿Mañana hay huelga?". Y satisfecha de mi decisión puedo decir SÍ. "¿Y vamos a salir con los silbatos y todo eso?". "Sí, hija, mañana por la tarde, nos iremos las tres a la calle a LUCHAR por un futuro mejor". 

Comentarios