Ayer, La Phármaco, la compañía de Luz Arcas, nos habló de un...



Ayer, La Phármaco, la compañía de Luz Arcas, nos habló de un concepto nuevo para mí: El Teatro de la Vergüenza. Nos habla de la vergüenza como motor de creación. Vemos pequeños fragmentos de distintos espectáculos y lectura de textos, mientras un técnico de la compañía construye un caballo de madera mecedora en un hombro, y el pianista acompaña algunas piezas. Entre la diversidad de los componentes de la compañía, una mujer en un avanzado estado de gestación. Y yo siento la necesidad de darle las gracias por dejar a esta bailarina continuar trabajando, regalándonos su arte, demostrando que un embarazo no es una situación que esconder, no nos hace incapaces, solo modifica nuestras capacidades. Nada de que avergonzarse, pienso yo. Me encanta la música con la que comienza la sesión, después de haber estado escuchando la voz de Juan Rulfo mientras nos acomodábamos. Son piezas del folklore español, con distorsiones electrónicas. Van dibujando distintos mundos, cada componente muestra su mundo propio, y en conjunto van mostrando distintas imágenes que me llevan a momentos de la infancia, cuando mi madre me llevaba a las procesiones de semana Santa, o mi padre veía los toros en la televisión. Ese pasado ligado a un folklore que ahora mis hijas no son capaces de reconocer, ellas no pueden verlo porque no lo han vivido. Y empiezo a vislumbrar por dónde asoma la vergüenza, su relación con este folklore que se va desvaneciendo, como en estas piezas, entre movimiento retorcidos y música electrónica. Me quedo con ganas de poner esas piezas en contexto, y de reflexionar más sobre esta idea de la vergüenza como clave creadora. Todo el camino de vuelta con mi hija mayor, que se había sentado filas más atrás, lo dedicamos a hablar sobre el folklore, la imaginería, el sentimiento de inferioridad, las secuelas de una historia oscura que no viví, secuelas con las que me crié… Y la brecha se ve tan grande. Y me alegro pero al mismo tiempo me apena. Hemos empujado a un rincón a todo aquello que nos remite a algo que nos avergüenza. No hemos sabido aprender y transformarlo. No hemos sabido regar esa raíz, podar lo que no debía seguir creciendo, y dejar que echara nuevas flores… (en Sala Cuarta Pared)
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