Mi amigo-familia David de vez en cuando se pone a desempolvar recuerdos, y aparecen joyas como esta: una foto de ensayo del proyecto de final de curso de 3° de carrera. “Morir o no” de Sergi Belbel. Aquí andaba yo jugueteando con el coche de policía de una de las escenas. A mis 21 añitos. Justo justo la mitad de lo que tengo ahora. La mitad de recorrido. Y casi juraría que no me imaginaba ni la mitad de lo que se me venía encima. Con esta actitud un poco soberbia, como se mira a la vida cuando crees que te vas a comer el mundo, antes de descubrir que el mundo te va a comer a tí. Y puede que hasta llegue a escupirte. Ahora estoy a medio camino entre la altanería que otorga la ignorancia propia de la adolescencia, y la indolencia resultado de la experiencia en la madurez tardía. Debería ser el mejor momento, si te paras a pensarlo un poco: la dosis justa de vanidad y desidia. Será por eso la crisis de los cuarenta. Por un conflicto de perspectivas. Y creo que me voy a quedar con esta mirada llena de orgullo, porque eso es lo que pretendo sentir hasta el final de mis días: orgullo por el camino recorrido. Por lo plantado y lo cosechado. Por eso sigo plantando. Espero que esta nueva etapa que acabo de iniciar de frutos pronto y durante mucho tiempo. Aquí y así los espero, como hace 21 años. (en Torrelodones)
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