No sin mi sillín.

No, no he llegado tan feliz y contenta al trabajo como la monjita de Martes y Trece (gracias Juanvi por recordarme uno de las grandes escenas cómicas de estos maestros del humor). La verdad es que ha sido una reacción más propia del sobreactuado Jim Carrey, porque la cara de gilipuertas que se me ha quedado cuando he visto mi bici sin sillín esta mañana, ha sido "legen - wait for it - dary"!!

Después de quedarme dormida para ir al curro, gracias a la estupenda noche de gritos de cuatro borrachos en el portal. Después de correr como loca confiando en que gracias a mi bici querida no llegaría tarde al trabajo (el transporte público a las 7.30 de la mañana es taaaaaan maravilloso...). Después de ponerme casco, chaleco, sujeta-pantalón, preparar luces...... Después de quitar las cadenas.... ¡¡Sorpresa!! En fin. Lo han conseguido. Después de desinflarme las ruedas 2 veces estas dos semanas, de ver como un perrito meaba en mi rueda delante de mis narices, y de encontrarme silla trasera y sillín llenas de un líquido que todavía no he determinado, cada mañana.... la desaparición del sillín me ha convencido: Madrid no es un lugar para dejar la bicicleta aparcada en el calle. Yo pensaba que 3 cadenas harían su trabajo, pero no, todavía hay algo posible que se pueda hacer para dar por saco. Y que conste que el sillín no lo quitaba de la bici porque la barra de la silla trasera hacía que fuera prácticamente imposible aflojar la abrazadera para sacar el sillín. Pues nada es imposible, obviamente, o yo soy un tanto lerda... que también.
Y ¿ qué más puedo añadir, además de los muchos apelativos nada cariñosos que se me ocurren para el individuo que me ha robado mi nada cómodo sillín? Pues puedo añadir otro listado de apelativos a continuación, a aquellos que tuvieron la genial idea de hacer una huelga general a final de mes: Gracias, mamones. Gracias a vosotros mi cuenta está en números rojos. ¿Y porqué? Porque contabilidad se ve obligada a hacer recuento de los huelguistas, lo que retrasa el pago de las nóminas. Ahora bien: las facturas no entienden de huelgas y huelguistas.
Y yo sin sillín.
Finalmente, buscando entre bolsos y rincones, consigo reunir lo suficiente para comprar un sillín con intención de no tener que volver a pagar mañana el taaaaaan barato billete de autobús para ir a trabajar. Cual es mi sorpresa al llegar a casa al ver que la tija que he comprado (la barra del sillín) no cabe.....
En fin, que solo me queda desear que se acabe el día, ya que mañana sin duda va a ser un gran día. Tenga sillín o no, me paguen o no. Peor que hoy podría ser, pero estoy segura que no lo será. Y de serlo, tengo claro lo que voy a hacer: regresar a casa, cerrar la puerta de la habitación con la cómoda y cuatro sillas, meterme en la cama, y poner el despertador para el día siguiente.
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