Seguimos moviéndonos: #AsambleaArganzuela


Ésta mañana hemos sustituído nuestra visita de los Sábados a las 12 al Teatro Municipal por la Primera Asamblea Popular de mi barrio, la Arganzuela.
De camino estabamos un tanto sorprendidos comentando la cantidad de gente que caminaba hacia el mismo lado. ¿Coincidencia?, decíamos.
Pero no, nos llevamos una muy grata sorpresa. Se llegó a comentar que probablemente pasábamos los 1200 congregados.
No voy a comentar lo que se habló, porque he encontrado una crónica realizada por un vecino asistente, que está magníficamente escrita y descrita. La incluyo al final.
He querido aportar mi granito de arena en todo esto y me he ofrecido como parte del grupo que se va a encargar de actualizar y volcar el acta de las asambleas a la web oficial. Uno de los cuatro que somos es Marcos, el escritor de la crónica. El lunes tenemos nuestra primera reunión de la comisión de trabajo de comunicación virtual y física. Es un pequeño grupo que se va a encargar de coordinar la comunicación virtual para los usuarios de redes sociales, y las diferentes manera de comunicación personal, para aquellos que no dispongan de acceso a estas redes, o simplemente no deseen hacer uso de ellas. Y hasta la próxima reunión, aquí dejo el post de Marcos sobre la Primera Asamblea Popular del barrio Arganzuela:


Hoy sábado se han celebrado asambleas populares en los barrios de Madrid en lo que se supone será una derivada o una evolución de la acampada de Sol. Fui a la de Arganzuela, donde vivo, y la sorpresa ha sido emocionante. No éramos cuatro vecinos, sino unos mil doscientos entre jóvenes, ancianos, mayores, medianos y niños.
Empieza la asamblea debatiendo y consensuando los aspectos básicos de organización: dónde y cuándo van a celebrarse las siguientes asambleas. Un señor a mi lado, de pie, no para de quejarse una y otra vez. Le aburre el proceso asambleario y resopla como un búfalo cada vez que alguien toma la palabra. Supongo que quiere llegar cuanto antes al tema del que quiere hablar, lo mal que lo está haciendo el gobierno de Zapatero, y la demora le carcome. Ya no aguanta más, llama a una chica que está ayudando a la organización y comienza a despotricar en un aparte sobre la inoperatividad del proceso asambleario. La chica, argentina, deja que termine de vomitar sus exabruptos y luego le responde amablemente que ella ha acudido para aprender qué es la democracia. El ego del indignado por la pachorra de los indignados se diluye en la candidez de una respuesta tan hermosa y abandona la asamblea mascullando su prepotencia.
La asamblea sigue su curso, lenta, parsimoniosa, como el andar de una manada de elefantes. Ahora que se han ido los intranquilos se está más tranquilo. Se respira alegría y ganas de colaborar. Llegan a mi lado una mujer de unos cincuenta años, con el pelo corto a medio camino entre el gris y el blanco, y su hija, de unos dieciséis, emocionada y ortodonciada. Cómplices, unidas, aprenden los gestos con que se responde a las intervenciones: manos arriba para aplaudir, antebrazos cruzados para manifestar desacuerdo. Se lo están pasando bomba. Itaca es una excusa para disfrutar del sentirse partícipes del escuchar y ser escuchados.
Un hombre de unos treinta años con gafas de sol, camiseta blanca, y vaqueros toma la palabra. Por el acento advierto que es argentino. Cada vez que habla se me disparan las manos al cielo en señal de aprobación. Propone crear una red de solidaridad vecinal y que entre unos y otros nos ayudemos a salir adelante. Pone como ejemplo formar piquetes vecinales cuando vengan a desahuciar a alguien por impago de la hipoteca bancaria: no puedo reprimirme y dejo de zarandear las manos para batirlas con fuerza. No es solo un movimiento de rechazo y demanda, del haced vosotros, sino de construcción colectiva.
La gente sigue hablando, cada uno lleva su inquietud, por un momento me preocupa que la suma de propuestas específicas y centrífugas vuelva a convertirse en abstraer y dejar en nada la necesidad urgente de mejorar la democracia y frenar el descontrol de los poderes financieros. Pero un joven toma la palabra y repite una #letanía mágica capaz de sacar esto adelante: #consensodeminimos. Sí. Centrémonos en lo que nos une: la falta de representatividad, la corrupción política, el poder de la banca y ya veremos cómo resolveremos lo demás en un futuro. De nuevo aplaudo con fuerza saltándome el protocolo.
Dos, tres intervenciones más y toma la palabra un chico gallego de unos veinte años. Es muy delgado y también viste camiseta y vaqueros. Según él, es absurdo que demos la espalda a las asociaciones que llevan décadas trabajando sobre los temas que están saliendo en la asamblea, como la ley de extranjería, y que sería bueno colaborar con estos profesionales de la solidaridad. Y ahora sí que me despellejo las palmas de tanto aplaudir.
Son las tres, concluye la asamblea que ha comenzado a las doce deliciosamente lenta. Vuelvo a casa meditando si emigrar a la Argentina… Bueno, ya veremos. Mientras tanto, seguiré acudiendo a estas asambleas donde aún se puede soñar con vivir en un mundo mejor.
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