Una de antónimos.


Todos sabemos en lo más profundo de nuestro corazón, o al menos deberíamos saber, que por lo general, somo seres contradictorios. Nuestras acciones y nuestras palabras están tan llenas de contradicciones que no podemos evitar, que nos hace totalmente incongruentes en muchas ocasiones. Y hoy lo he visto claro. Ya lo venía yo sospechando cada vez que una señora de las que pasean a su perrito por algún parque infantil o cercanías, y sin cadena, fuera del horario permitido (no de dejarlas pasear a ellas, que también deberían poner restricciones al respecto, sino de dejar a los perros sueltos), me suelta el comentario "¡las bicis son para la carretera!", al pasar (sí, juro que son un 80% de las veces señoras con perritos sin cadena, el otro 20% son señoras con perrito con cadena...). Cuando lo pienso fríamente me hace gracia la idea de que la ley, siempre se hace para los demás. Y para las señoras que pasean sus perritos sin cadenas fuera del horario permitido, la ley solo la cumplimos los que vamos por la acera con la bicicleta y dos niñas a cuestas (juro que a la próxima la pienso contestar: Señora, camine usted por la carretera, a ver si la atropellan y nos ahorra su presencia y la de su chucho, que yo paso de que me atropellen a mí con mis hijas). Y es que nadie se imagina el comentario de la bici (cuando puedo asegurar que cuando voy por la acera, voy a paso de peatón si hay peatones próximos, y el timbre lo llevo de adorno), nadie se imagina la mala leche que me genera. Porque siempre es el mismo tipo de personajas, esas que hacen que yo tenga que estar gritando a mis enanas en el parque: "¡nena, no juegues con la arena de las esquinas, que es donde hacen pipí los chuchos!". Y sí, me gustan mucho los animales, pero las mascotas de estas personajas son chuchos. Y su comentario inoportuno siempre siembra una semilla de ira que va creciendo en mi interior y que acaba surgiendo en una secuencia de sucesos inoportunos alentados por mi mala leche contenida, que siempre desemboca en una bronca monumental con alguien cercano. Y es que la gente debería pensar antes de hacer cualquier comentario. Estoy segura de que más de un asesinato se podría haber evitado si una señora estúpida y amargada, que pasea a su chucho sin cadena cerca de algún parque infantil, no hubiera abierto su bocaza para soltar una perla....
Pero todo esto me está alejando del tema de los "seres antónimos". Como decía, el hecho de que ciertas personas que de alguna manera incumplen leyes que exigen que otros cumplan, me hacia planteármelo "en lo bajini". Y yo siempre me he tomado por una persona bastante coherente, pero hoy me he dado cuenta de que no lo soy, discutiendo en el trabajo con unas amigas sobre el tema del momento, las elecciones, a raíz de la catástrofe en Lorca, que tanto curro nos está dando (no quiero parecer insensible, es que es así). Y de las elecciones, es inevitable terminar hablando de la crisis. Y de la crisis, a la manipulación de la sociedad, los nuevos conceptos de felicidad, y todas estas cosas que no puedo explicar porque para eso ya están los licenciados en Filosofía. Pero aunque no lo pueda explicar en su aspecto general, si puedo centrarlo en mi experiencia propia. Y ha sido a raíz de ahí que me he dicho: Aurora, ¿tú te estás escuchando? Un momento hablas de la búsqueda de la felicidad en el entorno más directo, en el día a día, que suena al más puro conformismo, y momentos después estás defendiendo a uñas y dientes la lucha por el cambio, el inconformismo como solución a la crisis y a todas las crisis del ser humano actual. Pero momentos después vuelvo al tema de la autoaceptación para alcanzar la paz mental y la autoestima, que es lo más parecido que encuentro por ahora al sentimiento de felicidad. Por lo tanto, ¿en qué quedamos? ¿Debe uno ser conformista o inconformista? Pues creo que la solución está en ambos: vivir un conformismo inconformista...¿o es un inconformismo conformista? Eso no lo tengo todavía del todo claro. De cualquier manera, no solo vivirlo, sino darse cuenta de ello. Ser conscientes de nuestra forma de ver la vida también es parte de esa autoaceptación. Creo que estas personas amargadas que solo ven la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio (como dice el gran libro de las ironías), son así de infelices exactamente por eso, por no aceptar la realidad que ven, y no la que pretenden hacerse creer que ven. Y una vez aceptada esa realidad, con la que no estamos conforme (porque quien diga que sí, miente: todos estamos disconformes con algo, siempre, por poco que sea), trabajar como sea en romperla y convertirla en la realidad que queremos que sea, pero sin plantearlo como una meta final que nos obsesione y nos amargue (como hace también demasiada gente), sino como un proyecto a disfrutar día a día, regocijándonos en nuestros pequeños logros y planteando de manera autocrítica (siempre constructiva, no destructiva) nuestros fallos.
Pero la teoría siempre suena mejor que la práctica. Veamos si de aquí no sale otra de mis contradicciones personales. Creo que tendré que hablar con mi almohada sobre todo esto, a ver que opina ella.
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