Después de leer este artículo en Público
)http://www.publico.es/culturas/412246/el-teatro-se-indigna), pero sobre
todo después de leer los comentarios de los lectores,
tengo el cabreo subido, no lo puedo evitar. Como hay gente en mi FB que
no conoce “por dentro” el mundo del teatro, me he dado cuenta de que es
posible que algunos también piensen así, así que he decidido escribir
esta nota para que les quede claro cómo funciona esto:
Llevar adelante un montaje teatral es
difícil. Muy difícil. A veces, es casi una heroicidad. En la mayoría de
los casos, no tenemos subvenciones. En la mayoría de los casos, tenemos
que trabajar en otras cosas, porque si no, no es que no lleguemos a fin
de mes, es que no llegamos ni al día diez, lo que hace que nuestras
jornadas laborales “normales”, incluyendo ensayos, sean de diez, doce,
catorce horas (por supuesto, sin cobrar estas horas extra) Si ya tenemos
una familia, no es que seamos titiriteros, es que somos malabaristas,
porque tenemos que conseguir “engañar” a la familia y los amigos para
que nos echen un cable, al menos en épocas de ensayo, o contar con una
pareja que no tenga nada que ver con este mundo y nos apoye al cien por
cien, como es mi caso, y que acepte que trabajas sin cobrar
habitualmente.
Y ya has ensayado, y tienes un
espectáculo en el que crees, y entonces te dedicas a intentar vender el
producto, y hablas con cien, quinientos, mil, dos mil programadores. Por
supuesto, las llamadas las pagas tú, como todo lo que has hecho hasta
ahora. Y entonces: ¡oh, milagro! Te llaman de unos cuantos sitios: ¡te
han programado!. Saltas, bailas, te tomas unas cañas a la salud de todo
el equipo y te sientes Sarah Bernardt, Peter Brook y Margarita Xirgu,
todo a la vez… Se acercan las fechas. Hablas con tu jefe en ese otro
trabajo que no te gusta para pedir esos días que, por supuesto, quitas
de tus vacaciones, pero como estás exultante, piensas: “no pasa nada,
ahora cuando gane el Max, ya no tendré que preocuparme de estas
tonterías. Incluso es posible que no llegue a las vacaciones en esta
empresa”
Y llega el día de la primera función.
Como no tienes dinero, decides hacer los trescientos kilómetros que te
separan del pueblo en cuestión por la mañana. Quedas con el equipo a las
5 de la mañana, y allí que vais, muertos de sueño, pero cantando,
felices, seguro de que esta sí, esta de verdad es la definitiva, lo que
os catapultará al éxito finalmente. No al gran éxito que vosotros
pensáis, no, simplemente al éxito de poder vivir de tu trabajo… qué
triste, ¿no?
Llegas a las 8 de la mañana al teatro
del pueblo. Por supuesto, los medios son reducidos, y el técnico que
tiene que abrirte el teatro no llega hasta las diez, porque nadie le ha
dicho que llegábais tan pronto… No pasa nada, habrá que correr un poco
más, pero todo bien. Cuando entráis, faltan filtros, faltan focos, falta
de todo. No hay espacio, hay que cambiar entradas y salidas de los
personajes. Hay sólo un camerino, pequeño y medianamente limpio. No pasa
nada. La venta de entradas, que es lo importante, va muy bien, y parece
que va a ser un lleno total… y tú eres feliz.
Después de un largo día de trabajo
agotador, con montaje de luces, sonido, escenografía, pase técnico,
ensayo (esto para los que pensáis que el teatro es subirse a un
escenario y ya: primero es subir y bajar de una escalera, clavar,
cargar, levantar peso… en fin, un trabajito) Llega la función. Estás
agotada, pero no pasa nada, porque tienes energía para dar y regalar. Se
han vendido todas las entradas. El teatro está lleno. Comienza la
función y la gente responde bien: se ríen cuando se tienen que reír,
lloran cuando tienen que llorar… (esto no es siempre así, otras veces el
público está “pintado” y entonces no reaccionan. Y no depende de que la
obra sea buena o mala, la misma obra en dos pueblos puede dar
reacciones diferentes. Es un misterio) Al final, aplauden mucho y tenéis
que salir a saludar tres veces. Maravilloso. El público se va, pero
antes, algunos se pasan por los camerinos para decirte lo estupendos que
sois (esta es la mejor parte, la verdad, esa que alimenta el ego…)
Toca desmontar. Es más fácil que montar,
pero es un trabajito también: escalera, clavar, cargar, llenar la
furgoneta… ¿Vamos a cenar algo? Sí, pero rapidito, que hay que volver, y
son los mismos trescientos kilómetros, que no hay dinero para hotel… Un
bocata y ya, que no hay dinero. A las once de la noche, rumbo a casa
otra vez, donde llegas a las tres de la mañana y caes como un saco en la
cama para levantarte a las siete al día siguiente e ir a tu otro
trabajo, ese que pronto vas a dejar dado el éxito obtenido…
Y así, igual, con los otros diez “bolos”
que te han salido. Todo preparando la entrada “triunfal” en Madrid,
donde vas a estar un mes en una Sala Alternativa…. Lo bueno es que aquí
no hay furgoneta ni viajes: tienes la escenografía compartiendo espacio
con otras dos compañías, o tres, o cuatro, y vas montando y desmontando
cada día… Lo malo, es que es mucho menos “rentable” En principio, en la
sala alternativa vas a cobrar el 50% de la taquilla, que es 12€ por
entrada. Pero claro, para que venga más gente, hay ofertas: Atrapalo,
etc… que hacen que al espectador, la entrada le salga por 6€ y que yo
gane, en vez de 6€ por persona, sólo 3€. Si la sala tiene ciento
cincuenta butacas, y en el caso prácticamente imposible de llenar todos
los días, echa cuentas y divide entre cinco que somos en el equipo
(cuatro actores y un técnico, lo indispensable, vaya) y calcula lo que
ganamos por día. En el caso (normal) de tener la sala a la mitad,
imagínate… pero es Madrid, y tienes que estar, porque así te conocen, y
unido al éxito en “provincias” pues todos se rendirán a tus pies, y
llegarás a conseguir tu sueño (que no se nos olvide que es vivir de tu
trabajo, ni más ni menos) Pero no pasa nada, porque los otros diez bolos
están bien pagados. Has firmado otros tantos contratos, uno por
ayuntamiento, que harán que cobres no una pasta, pero algo así como lo
que marca el Convenio Colectivo, y la Unión de Actores… así que sigues
siendo feliz.
Te han dicho que te pagarán en dos o
tres meses, así que todo el dinero (gasolina, comidas, incluso a veces
el sueldo del técnico) lo has adelantado. Por supuesto, has pedido
préstamos a toda tu familia: “no os preocupéis, que en dos o, como mucho
tres meses, os lo devuelvo….
Y pasan dos meses. Y tres. Y cinco. Y un
año…. Y de los diez bolos, te han pagado uno. ¡SÓLO UNO! De las
entradas que vendieron en su día, ni rastro. Algún programador dice: “es
que ese dinero se lo queda el Ayuntamiento para cubrir otras partidas”.
Por supuesto, discutes con parte de tu familia, y pides un préstamo
para pagarles el dinero que te dejaron, porque lo necesitan, claro. Los
intereses de un año sin cobrar, tampoco te los paga nadie… En algunos
Ayuntamientos, te pagan al año y medio, en otros, a los dos años. En
otros, nunca…
Esta es la triste realidad: has ganado
50€ los días que actuaste en Madrid, y has gastado unos 3000€ a grosso
modo en viajes y dietas. No has ganado el Max, aunque a toda la gente
que vino a ver el espectáculo, le encantó… Sigues en tu trabajo de
mierda, con tu jefe de mierda y ya no tienes vacaciones, porque las has
gastado todas en esto. A la mierda tu formación de años en una Escuela
de Arte Dramático. A la mierda los desvelos y los sueños de poder vivir
de tu trabajo (patético). Esta es mi profesión, amigos, a la que quiero
tanto como a mi misma, pero es lo que hay…
Y encima tienes que leer a estúpidos que
dicen que “por fin van a trabajar los actores” o “que se jodan, con lo
bien que han vivido hasta ahora” o “ahora que no cobran, ahora se
quejan. Pero antes, a los parados que les dieran por ahí mientras ellos
jugaban a ser Peter Pan o Bernarda Alba. Que morro…” Pues no, amiguitos,
esto no es un juego, esto es un trabajo. Y duro, por cierto. Sin
fiestas, vacaciones ni fines de semana. Y para que tú, amigo, disfrutes,
o te evadas…Un trabajo que también da de comer a muchas familias,
muchas, y no sólo de actores: de dramaturgos, de directores, técnicos,
maquinistas, personal de sala, taquilleros, etc, etc… ¿Qué pasa, que
ellos no merecen tener trabajo? ¿Que sólo importa el tuyo, listillo?
Perdón, pero me enciendo…
No quiero subvenciones. Asumo que el
país no está para darlas. De todas formas, nunca las he tenido, así que
todo igual. Sólo quiero QUE ME PAGUEN POR MI TRABAJO. Creo que igual que
tú: albañil, abogado, carpintero, camionero, electricista, mecánico,
profesor…. Supongo que esto es fácil de entender. No voy a hablar del
valor de la cultura en general en una sociedad, y del teatro en
particular, porque eso sería eterno, y a cada uno le duele lo suyo.
Espero que YA lo hayas entendido. Si no lo entiendes, entonces tienes un problema. Muy grave, por cierto. Míratelo….
Espero que esta carta llegue a gente que
sabe lo que hay, pero sobre todo a todos aquellos que no tienen ni
idea, o que tienen una idea muy equivocada, y que la cambien. Pero no
tengo mucha esperanza, la verdad.
Ánimo a todos mis compañeros. ¡¡Sois unos héroes!!
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