Desde ayer estoy leyendo las reflexiones de fin de año de gente...



Desde ayer estoy leyendo las reflexiones de fin de año de gente por las redes. Yo no pensaba hacer la mía. Pero os la voy a soltar después de haber catado el año nuevo, así, desde la experiencia: 2019 ha sido un año extraño, no sé qué conclusión sacar… ¿Que he cumplido los 40 y me siento como alguien que ha llegado a los 40? No hay que ser Coelho para eso… ¿Un año de cambios? Todos los son. Por suerte. Hay que pedalear para mantener el equilibrio. ¿Que 2020 va a ser mejor? ¿Es que 2019 fue malo? ¿O esto es un subir por subir? ¿Y hasta dónde hay que llegar? … No será mejor. Ni peor. Pero seguro que será diferente. Lo espero de corazón. Para empezar este año arranco así, con esta cara. Sin proyectos claros, con la cabeza hecha un lío, con ganas de hacer muchas cosas y sin idea de por dónde empezar. Mi lista de propósitos está vacía: no fumo, hago ejercicio casi a diario, veo a mis amig@s cuando les necesito (y procuro decirles lo mucho que les quiero y necesito tan a menudo como puedo), dedico tiempo a mi familia, a mí misma… ¿Cosechar, tal vez? ¿Seguir plantando? He plantado tantas cosas en 2019 que no sé si nacerá algo este año todavía. Pero también planté muchas cosas en el 2018… Uy qué lío todo. Coelho sácame de este sin vivir. Leo mucho optimismo propio del momento. Me alegro mucho por todo el mundo, y por la parte que me toca, espero que este optimismo dure hasta final de año, cuando todo el mundo escriba sobre las ganas que tiene de que el 2020 se acabe, que el 2021 será mejor. 2020, no te preocupes, sin presión, no traigo expectativas. “Ta panta Rei”, que soy más de Platón que de Coelho. Y bienvenido será lo que tenga que venir.
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