Aunque soy de tierra adentro, necesito el mar. Una vez al año al...



Aunque soy de tierra adentro, necesito el mar. Una vez al año al menos. Necesito verlo, perder la mirada en su horizonte. Sin más. Será mi parte gallega. Y si encima está acompañado de una preciosa puesta de sol… No se me ocurre mejor manera de acabar el día, con esa vista, esa melodía, ese regusto a sal, esa sensación fresca del viento en la cara… El mar se disfruta con los cinco sentidos hasta sin tocarlo. Y después de un año tan raro, se disfruta aún más y mejor. Y mientras miro al horizonte, echo pensamientos que espero que vaya meciendo poco a poco, algunos para que duerman y desaparezcan, otros para que descansen y tomen fuerza. Este año tengo mucho de ambos. Porque después de este verano se presenta la incertidumbre, no solo por todo lo que está pasando, sino por la nueva etapa que he decidido empezar, que me ha costado mucho conseguir llegar a ese punto, pero con esfuerzo y nervios, ya se hace real. Ahora a esperar a que los factores externos jueguen también a favor. Ahí está la incertidumbre. Como el mar, que me despierta siempre ese sentimiento, porque me intriga, me atrae, pero me genera inquietud y temor. Ahora toca cruzar los dedos para que la mar siga meciendo y en calma. (en Playa de Laga. Bizkaia)
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