Mirar hacia arriba y ver la luz. Entre unas altas paredes grises...



Mirar hacia arriba y ver la luz. Entre unas altas paredes grises con aspecto casi amenazante. Mirar hacia arriba y ver cielo abierto. Esa sensación de estar encajado, de tener movimientos limitados. No es agobiante, de hecho puede ser hasta cómodo, marca tu camino y así no tienes que elegirlo tú. Pero hay que mirar hacia arriba de vez en cuando para no olvidar que existe ese espacio en el que tú eliges, y seguir caminando hasta ver la manera de salir de ese encajonamiento. Siento que está situación actual con el virus es un poco así. Nos está marcando un ritmo que resulta angustioso en ciertos momentos. Y en realidad todo parece tan normal que no entiendes porqué no es efectivamente normal. Porque cuando miras hacia arriba puedes ver el cielo entre los altos muros. Y ves los muros y te das cuenta de que la situación es diferente, y solo te queda asumirlo y seguir avanzando, esperando que la salida llegue. Echas de menos cosas tan simples. Mañana una de mis hijas comienza el curso, y será la primera vez que yo no lo comparta con ellas con un abrazo a la entrada de centro. Este mes debía arrancar el nuevo curso de ensayos con el coro, y no sucederá, aunque sigamos en contacto virtual. Hoy hemos retomado ensayos de impro y hemos tenido que aprender a leernos la mirada detrás de las mascarillas. Echo de menos recibir gestos de mis compañeras de escena, sentir el calor de la música coral, y el abrazo de las niñas lleno de impaciencia y emoción. Pero sé que están ahí, no se han esfumado. Sólo hay que seguir caminando. (en Desfiladero de la Yecla)
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