Me gusta muy especialmente el teatro que me invita a pensar, a...



Me gusta muy especialmente el teatro que me invita a pensar, a informarme, a encajar piezas. Ayer me pasó con “Marat-Sade” de Weiss dirigido por Luis Luque. Reconozco que fui con los deberes sin hacer, y nada sabía de sus personajes principales más allá de que eran reales. Disfruté conociendo sus pensamientos. Los dos protagonistas enfrentan la lucha del colectivo contra el individuo. Ambos hablan de revolución. Y mientras el director del centro de salud nos va lanzando comentarios que nos dejan claro que esa lucha sigue vigente. Al llegar a casa me estudié los personajes, su momento histórico, y terminé de atar cabos. Lo cierto es que a pesar de todo, disfruté mucho de la puesta en escena. A Luque ya le voy pillando el estilo. Me gusta la claridad estética de sus puestas en escena. Los actores, esta vez, para mí gusto, mejor elegidos que para Las Criadas. Agradecí mucho los momentos musicales, con la música en directo en su mayoría. El cuidado de las imágenes mostradas, las alusiones a artistas plásticos, los colores… Tal vez las proyecciones me empiezan a saturar un poco, pero lo cierto es que se controló más de lo que prometía al principio. Y lo que sí le echo en cara es esta necesidad de muchos directores de masticar cada palabra cuando nos enfrentamos a un texto complejo o muy elaborado. Personalmente pierdo el hilo del discurso con mayor facilidad. Creo que no es necesario tratar al público como ignorantes, que es la sensación que a mí me da con estos momentos en los que el ritmo cae estrepitosamente. Soy de la opinión de que el público debe hacer un pequeño esfuerzo también. Aunque sea mirar en Google antes (o después) de qué se va a hablar en escena. O estar abierto a no entender y dejarse llevar, y sentir… Si al público se lo masticamos siempre todo, jamás se acostumbrará a tener que roer sólo lo que se le ponga en el plato. Y el teatro no podrá crecer y enriquecerse, porque siempre se verá limitado por un público que solo come de cuchara. Y yo creo que en realidad el público de teatro viene a eso: a roer. Porque para comer de cuchara tenemos la televisión, que nos tiene totalmente adormecidos. El teatro debe abrir mentes. (en Matadero Madrid)
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