El domingo tocó sesión de teatro con mi peque-peque. Nos fuimos...



El domingo tocó sesión de teatro con mi peque-peque. Nos fuimos a disfrutar, porque no podía ser de otra manera, de la nueva producción de nuestro (de ambas) admirado @diego_rdrgz, y de paso comprobar hasta dónde llegaban nuestros conocimientos sobre Teatro Musical Americano, adquiridos también gracias a él y sus muy recomendables talleres. La obra: “La Sombra de Audrey”, con la brillantísima Laura Enrech. Ella sola sostiene todo el espectáculo, más de una hora, sin que decaiga un momento, a base de chascarrillos, anécdotas y vivencias del personaje que encarna, Marni Nixon. Saber qué hay tras este nombre te ayuda a entender mejor las bromas y los guiños, así que cuando vayáis (que tenéis que ir), echad un repasito, de camino, a la historia de esta mujer. Disfrutaréis de la sencillez de un buen texto bien interpretado, sin grandes adornos (sí algunos detalles que apoyan el texto para que no perdamos el hilo de lo que cuenta), porque el teatro, realmente, puede ser simplemente eso. Nos basta para mostrar una realidad, la de Marni o la de cualquiera. Un personaje “desnudo” ante el público, para que se mire en él. Ese espejo, la idea algo manida tal vez, de lo que es el teatro. En un momento dado habla de la escena en “Desayuno con Diamantes” en la que Audrey se mira en un escaparate. La peque-peque y yo nos miramos ayer en el espejo del teatro, de forma literal, con sus adornos y sus pequeñas distorsiones a causa del tiempo. Pero nos podíamos reconocer. En Marni seguro que también nos reconocimos en más de un momento. Es la magia del teatro, que no necesita grandes artificios para ser igualmente bello, y tocarte un poquito, al menos, por dentro. (en Teatro Lara)
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