Ayer estaba así, disfrutando de la paz del vaivén de las olas,...



Ayer estaba así, disfrutando de la paz del vaivén de las olas, de la sensación fresca (aunque menos de lo esperado) del agua salada del mar, donde el tiempo parece que toma otra dimensión, otro tempo, y se contagia, se te mete por las venas, y se expande por todo tu cuerpo, como un virus. Pero un virus bueno (si es que hay de esas cosas). Hoy nos ha tocado bajar a Madrid (bajar… subir… perspectivas) porque nos pinchaban la segunda dosis de la vacuna. La verdad es que le tengo respetillo, a ver qué tal estoy mañana. Ahora mismo tengo el cuerpo como si me hubiera pillado una terrible tormenta en medio del mar. Agotada y revuelta, mareada … Pero puede ser por haber hecho un viaje de ida y vuelta de casi 800 kms en total, en un coche sin aire acondicionado (una reparación que ha subido al top tres de los gastos urgentes) con un sol abrasador, 38 graditos de nada. Con lo agustito que estaba yo ayer en las aguas del Cantábrico. Pero hay cosas que hay que hacer y se hacen. Aunque tenga mil incógnitas rondándome la cabeza con todo esto. Empezando por el cómo amaneceré mañana. Espero tener ánimo para ahogar este mar de dudas en el mar Cantábrico. Aunque sea por un rato.
(Foto de mi amorzote). (en Sardinero Beach)
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