Recuerdo la gran manifestación en Madrid. Fue la última vez que vi a mi profesor el director Luis Maluenda, ya fallecido. Todavía tengo alguna vieja carpeta de la universidad con esta pegatina. Acababa de terminar el postgrado de dirección. Han pasado casi 20 años. Pero no hemos aprendido nada. Nuestros muertos, sus beneficios. Y mientras sea así, no cambiará nada. Cuando decidí dedicarme al teatro lo hice con la absoluta convicción de que puede ser un arma poderosa. Sigo convencida. Un arma de las que sí merecen la pena. No debería haber más armas que las del arte, en todas sus expresiones. El poder del arte, es el único poder al que todo el mundo debería querer aspirar. El que todo el mundo debería ejercer. No ningún otro. Y aquí estamos otra vez, en la evolucionada Europa, veinte años después. Volvemos a gritar no a la guerra. A todas.
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